« La diferencia en el uso de energía entre la agricultura industrial y los sistemas agrícolas tradicionales no podía ser más extremo. Se habla mucho de lo eficiente y mucho más productivo que es la agricultura industrial si se le compara con el modo de cultivo tradicional en el Sur global, pero si tomamos en consideración la eficiencia energética, nada puede estar más alejado de la verdad. La FAO calcula que, en promedio, la agricultura de los países industrializados gasta cinco veces más energía comercial para producir un kilo de cereal que la africana. Si analizamos cultivos específicos, las diferencias son todavía más espectaculares: para producir un kilo de maíz, un agricultor en Estados Unidos utiliza 33 veces más energía comercial que el campesinado tradicional en el vecino México. Y para producir un kilo de arroz, un agricultor estadounidense usa 80 veces la energía comercial utilizada por un campesino tradicional en Filipinas. Esta “energía comercial” de la que habla la FAO es, por supuesto, el gas y el combustible fósil requeridos para producir fertilizantes y agroquímicos y los que se utilizan en la maquinaria agrícola, todo lo cual contribuye sustancialmente a la emisión de gases con efecto invernadero.
Pero la agricultura en sí es responsable tan sólo de un cuarto de la energía usada para llevar comida a las mesas. El gasto de energía y la contaminación ocurren dentro del sistema alimentario internacional en su sentido más amplio: el procesado, el empacado, la refrigeración, la cocina y la movilización de comida por todo el planeta. Hay cultivos o piensos que se producen en Tailandia, se procesan en Rotterdam, alimentan ganado en algún otro lado, para que terminen como comida del McDonalds en Kentucky.
Transportar alimentos consume enormes cantidades de energía. Si miramos de nuevo a Estados Unidos, se calcula que 20{911229f92e25a4353fc039667d9a05659890a44990e28ba26c5bfcf42a23fddc} de todo el transporte de mercancías dentro del país se utiliza en mover comida, lo que resulta en 120 millones de toneladas de emisiones de CO2. La importación y exportación de alimentos de Estados Unidos da cuenta de otros 120 millones de toneladas de CO2. A eso debemos añadir el transporte de provisiones e insumos (fertilizantes, pesticidas, etcétera) a las granjas industriales, el transporte del plástico y el papel para las industrias de empacado, y lo que los consumidores se mueven para ir, cada día más lejos, a los supermercados. Esto nos da un panorama de la tremenda cantidad de gases con efecto invernadero producidos por el sistema alimentario industrial, tan sólo por sus requerimientos de transporte. Otros grandes productores de gases son las industrias que procesan comida, la refrigeran y la empacan, que son responsables del 23{911229f92e25a4353fc039667d9a05659890a44990e28ba26c5bfcf42a23fddc} de la energía consumida en el sistema alimentario estadounidense. Todo esto suma una cantidad increíble de energía desperdiciada.
Y hablando de desperdicio: el sistema alimentario industrial descarta la mitad de toda la comida que produce, en su viaje de los establecimientos a los comerciantes, a los procesadores de comida, a las tiendas y supermercados -lo suficiente para alimentar a las personas hambrientas del mundo seis veces. Nadie ha empezado a calcular cuántos gases con efecto invernadero se producen por la pudrición de toda la comida tirada a la basura.
Mucho de este tremendo desperdicio y esta destrucción global podría evitarse si el sistema alimentario se descentralizara, si la agricultura se desindustrializara. Sin embargo los sectores en el poder responden a la actual crisis alimentaria y al acelerado colapso de los sistemas que promueven la vida en el planeta, con más de lo mismo y cuando mucho le suman unos cuantos remedios tecnológicos inútiles.
El sistema alimentario controlado por las transnacionales está entonces en un callejón sin salida. Lo que proponen es más agricultura industrial y más cadenas alimentarias mundiales como solución a la crisis alimentaria. Pero estas actividades sólo aceleran el cambio climático, y con ello intensifican severamente la crisis alimentaria. Es un círculo vicioso que provoca extremos de pobreza y ganancias, y el abismo entre los dos se hace cada vez más profundo. Hace ya mucho tiempo que es urgente transformar radicalmente este sistema alimentario.»
Extraído del artículo “Campo y crisis climática” de la revista ’Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas’, una nueva publicación trimestral sobre temáticas rurales bajo una óptica política de Soberanía Alimentaria.
La revista completa puede leerse en:
http://www.soberaniaalimentaria.info
Revista ’Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas’.
Fuente: consumehastamorir